¡No tomes fotos!
Cómo enfrentarse al estudio en blanco
El espacio en blanco, esa área vacía que pone nervioso hasta al más experimentado creador de textos, imágenes fijas o en movimiento. Es el vacío lo que nos provoca ansiedad porque nos recuerda algo: nuestra responsabilidad de llenarlo con eficacia para transmitir nuestro mensaje de manera clara y precisa.
Un estudio fotográfico, al inicio de cualquier sesión, es un espacio dispuesto a contener la mejor historia posible para captarla con nuestra cámara, pero también es un lugar que nos desnuda y exhibe nuestras carencias creativas y técnicas si no llegamos preparados. El estudio en blanco es un reto que no nos debe intimidar, pero tampoco debemos menospreciar; merece respeto y exige mucha preparación para que se convierta en nuestro aliado, y no en una pesadilla.
Un estudio en blanco no es necesariamente el que tiene un enorme ciclorama permanente y muchos recursos de iluminación disponibles. Un estudio en blanco es el área que capta nuestra cámara, ese rectángulo que es un universo lleno de posibilidades narrativas y en el que todo lo que está adentro es importante, ya que debe colaborar con la historia visual que queremos compartir. Un estudio en blanco puede ser desde una pequeña mesa hasta una nave industrial de varios metros cuadrados; lo que delimita al estudio es el visor de nuestra cámara.
La cámara fotográfica desde siempre ha sido una herramienta que nos permite aislar espacios al recortar nuestra mirada a un pequeño rectángulo fotosensible, por eso es que cualquier espacio lo podemos convertir en nuestro estudio fotográfico. Dentro de esa área de creación contenida en la cámara hemos construido varias reglas de composición sumadas a otras sobre cómo obtener las mejores imágenes posibles; es por eso que cuando comenzamos a estudiar fotografía nos concentramos en aprender el uso del equipo, nos preocupamos por detalles técnicos y tratamos de que nuestra imagen sea la mejor representación de lo que tenemos frente a nosotros.
En la etapa inicial de aprendizaje de la fotografía, el fotógrafo documenta lo que considera interesante y le ayuda a comunicar su idea; su acto creativo se concentra en tomar fotografías, en captar lo que ya existe o lo que puede ser alterado ligeramente, adaptarse al entorno; esto último es lo que define a una de las áreas más grandes e importantes de la creación fotográfica: la fotografía documental. Pero lo que hoy nos reúne no es ese tipo de foto, sino su contraparte: la fotografía narrativa.
Crear una fotografía, desde un cierto punto de vista, es enfrentarse al espacio en blanco y llenarlo con la cantidad exacta de información para que nuestra imagen tenga el mayor impacto visual y de comunicación posible; es también, una mezcla entre conocimientos técnicos y creativos, y justo ahí es donde radica su complejidad. Cuando no encontramos ese balance y nos concentramos en uno solo de esos dos aspectos, obtenemos imágenes que no logran su máximo potencial.
El proceso de creación fotográfica —o cómo nos enfrentamos a un estudio en blanco— es una metodología que busca resolver un problema de comunicación, pero debe contener una característica muy importante: el proceso se podrá reproducir, evaluar y mejorar cada vez que lo pongamos en práctica. Por ejemplo: si vamos a realizar fotografías para unos envases de dulces con un fondo blanco, no importa en cuántas sesiones se realicen, los productos deben verse siempre con el mismo ángulo, iluminación y control de color para que al integrarse con imágenes anteriores no se distingan de las demás y podamos tener una tipología fotográfica homogénea. En este caso, la parte conceptual se trabaja una sola vez y lo técnico se documenta para poder repetir la escena las veces que sea necesario. Recordemos: no se trata de tener una foto buena; lo que buscamos es una serie fotográfica excelente.
Las primeras veces que nos enfrentamos ante un estudio en blanco, en donde no tenemos algo para documentar y nuestra labor va mas allá de solo encuadrar y hacer clic, cometemos muchos errores; uno de ellos es pensar en el final, en cómo se verá en las redes sociales o en el impreso. Hay algunos que se pierden aun más y piensan en cómo se gastarán el dinero que les pagarán por el trabajo. Pero justo esta falta de concentración en el proceso es lo que nos lleva a cometer el error más común: el mensaje no es claro.
La falta de preparación del fotógrafo no solo resalta en una sesión fotográfica, sino que queda grabada en las imágenes que entrega. Podría compartirles muchas anécdotas que he observado cuando rento el estudio o asesoro producciones fotográficas, pero al final, casi todos los errores se reducen a la poca claridad del mensaje a transmitir, lo cual refleja una pobre planeación para resolver la fotografía; en otras palabras, el error más común es llegar al estudio fotográfico buscando una solución, en lugar de llegar con todas las herramientas necesarias para crear la respuesta visual a nuestro problema de comunicación. Desde mi punto de vista esto resulta de acercarnos a la fotografía pensando que se aprende haciendo fotos, pero sin caer en la cuenta de que, para hacer fotos, primero hay que elaborar un guion que nos marque el objetivo de cada clic que realicemos.
La fotografía narrativa es muy celosa de sus procesos; por eso es importante conocer cúales son y cómo los podemos resolver. No se trata de una metodología compleja; es un proceso lógico que nos ayuda a clarificar las muchas preguntas que surgen antes, durante y después de una toma fotográfica, así que comencemos por lo general.
El proceso de producción fotográfica se puede dividir en tres estados creativos: análisis del problema, producción y postproducción. En el primer estado, se estudia el problema y se proyecta una propuesta que pretende resolverlo; en palabras sencillas, es el que se refiere a conocer perfectamente qué se quiere decir y cómo se puede expresar claramente.
En este primer proceso nuestro trabajo consiste en plantear muchas preguntas que nos permitan conocer e identificar las características más importantes de nuestro producto o personaje a retratar, las metas de comunicación que tenemos que cubrir, los métodos de distribución que deberá cubrir la imagen final y, sobre todo, el estilo visual que deseamos crear. Un caso muy común es fotografiar productos con fondo blanco porque pensamos que es algo sencillo de resolver y que no necesita trabajo previo, pero antes debemos resolver preguntas como: ¿llevará sombra?, ¿qué tipo de sombra se requiere y en qué angulo se necesita?, ¿queremos que el objeto se vea mate o brillante?, ¿cuál será el nivel de drama o contraste que se quiere? Y habrá muchas más de acuerdo al tipo de objeto que necesitamos fotografiar.
En esta etapa preparatoria de la toma fotográfica lo que buscamos es conocer muy bien las necesidades de comunicación, es decir, investigar acerca de todo lo que caracteriza y tiene que ver con el producto o servicio que vamos a representar, y qué se ha hecho con proyectos similares; todo ello para poder crear el estilo que mejor se ajuste a nuestra idea de solución visual y bocetar la toma lo más exacta posible al resultado final. El segundo estado creativo es la producción. A partir del boceto creado en la etapa anterior podremos responder a preguntas técnicas acerca del ángulo y longitud focal de la toma, el estilo de iluminación y los elementos compositivos que acompañarán al objeto principal; es decir, la producción comienza a partir de un boceto que nos indica todo lo que debemos crear para que el escenario se llene y después poder insertar nuestro objeto en una escena que narre una historia.
Es justo en esta etapa donde un fotógrafo preparado se enfrenta ante el estudio en blanco con confianza y resuelve de manera eficiente, ya que tiene una idea muy clara de lo que va a crear y para ello ya cuenta con todo lo necesario: el equipo de iluminación, la cámara con la óptica adecuada, el soporte de cámara adecuado, etc.; el sistema de revisión de las tomas será solamente la parte fotográfica necesaria. También estará preparado con la superficie donde colocará el objeto, los fondos y accesorios de escenografía necesarios que le apoyarán a crear sin complicaciones y, por último, también deberá tener en cuenta al equipo humano que le asistirá en esta labor: estilista, director de arte y asistentes de producción son los roles más comunes en toda sesión fotográfica.
Dependiendo del producto existen técnicas o procedimientos que si bien no es necesario dominarlas, sí es deseable conocerlas para poder dirigir al equipo de trabajo que nos apoyará en el estudio; estas técnicas pueden ser de maquillaje, peinado, ajuste de ropa, estilismo gastronómico, manejo de envases y otras más que ayudan a la producción en tiempo y puesta en la toma. Muchos de estos procesos requerirán equipo adicional y algunas veces especializado, por lo que leer cuidadosamente un boceto y entender todos los procesos que involucra la creación de una imagen (además de la acción fotográfica en sí) adquiere mayor importancia para tener una sesión fotográfica lo más eficaz posible.
Otro factor que el fotógrafo debe tener en cuenta cuando se instala en un estudio vacío es la zonificación de procesos, es decir, determinar las áreas de trabajo, que básicamente son tres: el área de la toma fotográfica, que es donde el fotógrafo y sus asistentes crearán la escena y podrán colocar la cámara, luces y equipos auxiliares para la toma; el área de revisión fotográfica, que deberá estar bien identificada y ser de fácil acceso para todos, sobre todo para el fotógrafo y los clientes; y por último la zona de trabajo auxiliar, que es donde los asistentes de producción como maquillistas, peinadores y ecónomos, entre otros, podrán trabajar sin ser interrumpidos por el movimiento generado por el fotógrafo y sus asistentes.
Como se puede observar, la etapa de producción es la más compleja, ya que no solo necesita un espacio de trabajo que permita una producción sin complicaciones, sino que también involucra a varios expertos que estarán trabajando al mismo tiempo. Queda claro que una producción fotográfica muy rara vez es el trabajo de una sola persona; es, más bien, un proyecto colaborativo en donde cada una de las partes es igual de importante que las demás. Gracias a esa unión de esfuerzos una fotografía narrativa adquiere sus mayores niveles de comunicación.
El tercer estado creativo es el trabajo de edición digital. Es en esta parte del proceso en donde una captura lumínica adquiere su forma final mediante el revelado, retoque y ajustes finos de la imagen. En el caso de tener que crear composiciones de imagen a partir de otras tomas fotográficas, en esta etapa es donde se unen esos componentes que debieron haberse capturado en la producción de manera independiente para que la labor de unir las partes sea de la manera más sencilla posible.
Una imagen digital en crudo puede adquirir varios estilos visuales. La reescritura digital nos permite alterar lo captado originalmente por la cámara; pero, aunque esto es lo que proporciona al fotógrafo un enorme poder narrativo, también entraña un peligro escondido: desviarse del objetivo inicial de comunicación. Por eso es de vital importancia tener muy clara la información inicial y conservarla a lo largo de todo el proceso, ya que, si bien un cambio de último momento puede mejorar nuestro trabajo, si no se hace con cuidado y, sobre todo, en la misma línea de comunicación inicial, el proyecto puede perder su eficacia comunicativa y su impacto visual se diluye; se convierte en una imagen más en el mar visual al que nos enfrentamos todos los días.
Además de lo anterior, en la etapa de edición digital el fotógrafo deberá crear diferentes archivos del proyecto: uno será el que conserve los elementos y procesos por separado para poder editar la imagen en un momento posterior; y también deberá conservar otros archivos que serán optimizados para su distribución en plataformas o su incorporación en otros sistemas de diseño. Entender que un archivo digital no resuelve todas las necesidades de trabajo o de publicación es vital para el productor fotográfico. La necesidad de que el fotógrafo identifique y comprenda los procesos que entrañan los posibles usos posteriores de la imagen digital ha cobrado gran relevancia en estos dias.
Para concluir: ¿cómo nos enfrentamos a un estudio en blanco? Con preparación, planeación y, sobre todo, con orden y respeto a los procesos creativos. La fotografía es una suma de elementos y cada uno debe ser trabajado detalladamente para que no solo el resultado, sino todo el proceso creativo sea eficaz y, sobre todo, placentero. Un espacio vacío no debe verse como algo carente de impacto visual; debe entenderse como un lugar lleno de posibilidades y de historias por crear.
Un fotógrafo preparado se sentirá más seguro ante un estudio en blanco en la medida en que desarrolle un trabajo de análisis y proyección antes de la sesión fotográfica; y también, en la medida en que invierta muchas horas de estudio para dominar una variedad de técnicas fotográficas, de iluminación y de manipulación digital. La seguridad frente al estudio en blanco se consigue con trabajo, dedicación, experiencia y estudio. No se trata de tomar fotos, sino de crear imágenes con impacto visual, y para lograrlo el fotógrafo debe entender que su trabajo no se limita a captar lo mejor posible de lo que tiene enfrente de su cámara, sino que su trabajo comienza mucho antes y termina mucho después de accionar el obturador. Recordemos que nuestra labor no es documentar la realidad, sino provocar una acción en nuestro espectador; lo importante no es que sea real, sino que sea creíble. A medida que nuestra práctica fotográfica se vea enriquecida por ejercicios bajo una metodología constante y, sobre todo, que cuente con un sistema de evaluación que nos permita mejorar en cada una de las sesiones que realicemos, entenderemos que la práctica simple y llana no hace al maestro; por eso el título de esta conferencia: ¡No tomes fotos! La propuesta es: crea deseos.